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Fernando Traverso: Entre lo corpóreo y lo intangible
Las bicicletas del artista plástico ganaron la calle con sus historias de ausencia y merecieron el primer premio del Salón Nacional de Rosario 2003
Una noche de marzo de 2001 Fernando Traverso dejó estampada sobre las paredes de una casa aledaña a la suya la imagen de una bicicleta. Cuidó que nadie advirtiera su presencia para que a la mañana siguiente, al despuntar el alba, la gente se encontrara con esa imagen nueva aparecida en su paisaje habitual y cotidiano, puesta vaya uno a saber por quién. Casi tres años después, mientras abre un álbum donde guarda el registro fotográfico de cada una de esas
intervenciones urbanas, Traverso recuerda aquella incursión nocturna como el inicio de un proyecto que lo llevaría a repetir trescientos cincuenta veces el mismo gesto sobre el mapa urbano de la ciudad.
Fernando Traverso viene de recibir por esa obra el Primer premio en el 57º Salón Nacional de Rosario, el más importante galardón del campo de la plástica local, un reconocimiento que el jurado conformado por especialistas y críticos no dudó en otorgar y que de algún modo confirma la calidad y la coherencia de su proyecto estético. "Yo no me propuse hacer arte urbano -cuenta Traverso- sino que fue algo que fue surgiendo de a poco. Venía trabajando con las bicicletas, tomándolas como un ícono desde finales de los años 90 y ellas mismas me fueron llevando a instalarlas en el espacio urbano. A medida que las iba plasmando sobre paredes, muros y esquinas de la ciudad, fui descubriendo de qué modo esas presencias que físicamente estaban en el límite de lo corpóreo y lo intangible, iban abriendo el sentido de diferentes historias e interrogantes para cada uno de aquellos que las
veían. Pude así confirmar que su irrupción producía una modificación
significativa en el paisaje cotidiano que invitaba a que quien las veía se preguntara por el origen y la razón de esa presencia enigmática: ¿quién dejó allí esa bicicleta?, ¿quién es o era su dueño?, ¿qué interrumpió su marcha?, ¿a quién espera allí detenida?, son algunas de las tantas preguntas que ellas provocan cuando se las descubre".
Las bicicletas de Traverso recorren casi todo el espacio urbano de la ciudad de Rosario, están puestas sobre el frente de escuelas, en las inmediaciones de fábricas abandonadas, en las paredes de lo que en algún momento fueron centros clandestinos de detención. Su presencia presentifica historias de ausencia que no son sólo políticas. "Siento que esas imágenes poseen una fuerte carga nostálgica, es indudable. Hay quienes al verlas evocan su infancia, en otros despierta el recuerdo de amigos idos. Hace un tiempo atrás un amigo que se había marchado al exilio me dijo que al verlas le recordaba aquella bicicleta que él había dejado en su casa familiar antes de emprender la huida. Otros no pueden dejar de vincularla con la historia trágica de Pocho Lepratti y los hechos del 20 y 21 de diciembre. Eso es lo maravilloso de esta obra, su constante capacidad de resignificación según
quién la vea y en qué sitio de la ciudad la descubra. Su poder nostálgico oficia como un disparador de sentidos".
Traverso se formó artísticamente en nuestra ciudad mirando con atención a dos artistas que para él son una verdadera referencia: Juan Pablo Renzi y Graciela Sacco. Con ambos hizo clínica de obra y en sus talleres aprendió a conjugar de manera sutil los campos de la estética y de la política. "Puedo decir que fue Renzi, allá por los finales de los años 80, quien me ayudó a pegar el gran salto. A partir de él fue que pude pensar una obra que no tenía que resolverse necesariamente sobre la tela de un cuadro. Por otra parte, las intervenciones urbanas de Sacco abrieron también la dimensión de nuevas búsquedas y interrogantes".
Aquí y allá La obra de las bicicletas genera constantemente historias. Traverso ya está acostumbrado a que suene su teléfono y le pidan que estampe una de sus imágenes sobre algún sitio en particular, en el frente de una casa familiar, sobre el muro de una fábrica. También las llamadas vienen de otras ciudades. Se trata de viajeros que pasan por Rosario y que al verlas quieren llevárselas a su propio paisaje. "Una de las pocas bicicletas que hay fuera de Rosario está en Retiro que es la puerta de entrada de aquel que llega a Buenos Aires, la puse allí a modo de clave, un guiño para los que salen de la ciudad y llegan a la capital, un modo de hacerles sentir a través de esa imagen la fuerza de una presencia conocida. Otra está en Resistencia donde tuvo lugar la masacre de Margarita Belén".
Desde hace años el artista trabaja además en un proyecto colectivo junto a dos artistas plásticos, Marita Prieto y Daniel Perosio. En trámite, tal es el nombre con que se dio conocer el grupo a partir del año 1999, es conocido por la construcción de estructuras en hielo dejadas en sitios significativos y que se van derritiendo lentamente frente a la mirada de los que pasan por el lugar donde ellas han sido instaladas. "Como las bicicletas, esa obra también habla de ausencias, de lo corpóreo y lo intangible y es, no cabe duda, profundamente urbana".
En estos momentos Traverso prepara la muestra individual que presentará en marzo del 2004 en el Museo Castagnino, una muestra en la que el protagonista central será el mismo público y que girará en torno a imágenes de bicicletas esta vez estampadas sobre telas a modo de estandartes. Un giro en torno a una propuesta suya que en estos días se está mostrando en el Centro Cultural Recoleta. Mientras guarda las fotos de su álbum reconoce que se siente feliz por todo lo que la obra ha despertado en la gente. "Ya hay estudiantes de comunicación social, cineastas, grupos de teatro y músicos que han tomado a mis bicicletas como tema. No cabe duda, cada una de esas bicicletas acodadas en los muros de la ciudad se ha echado a rodar en busca de su propio paisaje, de su propio rumbo. Van siendo apropiadas de las maneras más insospechadas. Vaya uno a saber las historias nuevas que me
devolverán en su infinito recorrido".
"029/350 ...puede no haber banderas"
Otra vez, las bicicletas de Traverso reaparecieron en la ciudad. Llegaron a nuestro encuentro una vez más para volver a recordarnos que no debemos olvidar.
Las voces de los que ya no están montaron ese día sus bicis, vehículo-nexo entre pasado y presente, para re-nacer en ese momento. Pero en esta oportunidad no solo regresaron para habitar nuestra memoria sino para invitarnos a dejar de ser simples espectadores y convertirnos en partícipes activos de la obra, al portar las inmensas bicicletas serigrafiadas a modo de pancartas y asumir el papel de representantes de cada uno de los ausentes.
"029/350... puede no haber banderas" es el título de este acontecimiento... 29 estampas de una serie de 350..., 29 banderas, 29 bicicletas, 29 conocidos del autor, 29 desaparecidos de una cantidad de 350...
Tanto el nombre de la obra como la típica seriación utilizada en la técnica elegida por Traverso constituyen una perfecta metáfora de este hecho.
En este acto de reivindicación todos juntos levantaron las voces de aquellos que alguna vez unos cuantos quisieron acallar, para marchar, de ese modo, hacia el sitio donde, finalmente, aquellos estandartes descansarían sobre los muros interiores elegidos por el público.
Pero los muros no se hallaban vacíos a la llegada de las banderas ... albergaban una serie de fotografías instantáneas que registraban la peregrinación hacia la sala de la muestra, como un intento de congelar un instante, haciendo caso a esa especie de mandato sintetizado en la frase: no hay que borrar las marcas del pasado.
Este hecho hoy constata que actualidad, simultaneidad y espontaneidad constituyen ingredientes que Traverso reelabora en su obra, en una época donde la realidad que se muestra es el resultado de un entrecruzamiento entre pasado y presente, entre recuerdo y olvido.
... y, aunque esto parezca un juego de palabras, el autor reafirma esta posibilidad de convivencia de estas relaciones dialécticas en el evento organizado.
La puesta en escena del artista no hubiese podido realizarse sin la participación de los espectadores, quienes llegan a convertirse en co-productores y protagonistas de ese acto.
Pero a pesar de que sin multitud no hubiese existido la obra, tampoco sin participantes habrían podido manifestarse los ausentes; esos ciclistas que buscan a través de Fernando y de todos nosotros, tener un lugar en los intersticios de nuestras mentes.
¿Para qué?... quizás para que el recuerdo siga vivo en la memoria colectiva.
Por eso es que, de vez en cuando, las bicis sobrevuelan la ciudad para darnos una señal de que aún continúan y continuarán existiendo.
La obra de Fernando Traverso es rizomática, no se construye de una vez para siempre sino que está en permanente proceso de transformación y formación. En ella convergen diversos agenciamientos políticos, culturales, sociales, simbólicos e individuales, que han de establecer las morfologías de la obra, generando desplazamientos y movimientos del sentido. Al mismo tiempo, el espectador como intérprete no permanece ajeno a su forma sino que es un elemento más dentro de la obra que se presenta como suceso, como acontecimiento.
Este evento es el producto de una oscilación en la cual se manifiestan los conceptos de ocultamiento y desocultamiento.
A través de la utilización de un primer símbolo, la bicicleta, se marca un espacio, el de la memoria, el de una memoria que va a cuestionar la presencia-ausencia. Es allí, en este ícono, donde se promueve el desocultamiento del mundo como un todo significativo y el ocultamiento, donde la obra se retrae: en los recuerdos, el pasado, las vivencias. En este continuo devenir, este fondo oscuro nunca es manifestado plenamente como forma acabada. En cada una de estas acciones, el ocultamiento y el desocultamiento se confunden al articularse recíprocamente.
Por medio de su producción, el artista nos ofrece, ser partícipes de esta continua significación dada por la experiencia estética, que produce un permanente movimiento.
Progresivamente el símbolo se va instalando en la ciudad para modificar su sentido, ocupando otros espacios que ya no son solos los del recuerdo, sino aquellos más íntimos y próximos a nuestra historia.
Traverso interviene las paredes. Se apropia de ellas y se autodestruye. Aún así, y a pesar de causar su propia muerte, la muerte del autor, no termina destruyendo el lenguaje. Por el contrario, el signo queda allí para sobrevivir a los cambios impuestos por las miradas.
Los surrealistas, decía Barthes, postularon la muerte del autor pero quisieron romper con las reglas del lenguaje. Traverso con su gesto, las transgrede, pero las retoma.
La bicicleta es expuesta a través de un medio de protesta: el graffitti; que es resignificado, es el sostén de una paráfrasis; una metáfora de una existencia que pervive en el recuerdo para elaborar el presente desde el pasado y así mismo, desde el futuro.
Estas imágenes se han instalado en los muros de la ciudad, en el límite más exterior de la línea de edificación urbana y con ella, ha intervenido el espacio, trazando una huella que interroga la existencia urbana de cada paseante. Para algunos puede ser lo desconocido o aquello que habrá que descubrir; para otros son íconos de un pasado que se hace presente. De este modo, la ciudad comienza a dialogar de forma activa con sus ocupantes.
Este símbolo no solo se instala en este diálogo, sigue su trayecto y abre nuevos caminos hasta ocupar un espacio público en el interior de la ciudad.
"... puede no haber banderas", es un evento en donde, justamente, la bicicleta de la calle dialoga con las que se hallan impresas en las banderas.
Son ahora los transeúntes los que han intervenido el ritmo urbano; han vuelto a significar y resignificar su presencia, instalando una futura memoria. Y en efecto, ya no es Traverso quien performa, construye mientras dice, sino que es la propia bicicleta que, a través de cada mirada, elabora infinitas historias.
Y una vez más, el registro fotográfico sobre el final de este acontecimiento, el escrito y las banderas apoyadas arbitrariamente sobre las paredes de un espacio interno, ponen en juego aquella referencia hacia algo que ha sucedido; trayendo consigo diversas connotaciones y experiencias que se generan y regeneran a partir de la mirada de estos otros paseantes que deambulan por el espacio de la muestra.
(FA)2 Agrupación de estudio teórico sobre las Artes Plásticas Nadia Insaurralde, Yanina Bossus, Laura Capdevila y Nancy Rojas
El misterio de las bicicletas Aunque las 350 bicicletas que Fernando Traverso se propuso estampar en las paredes de la ciudad-350 tenues apariciones, para evocar otras tantas desapariciones tenaces, porfiadas, afrentosamente presentes- no hayan sido ejecutadas aún en su totalidad, la muestra que actualmente exhibe dicho autor en la sala de la Biblioteca Argentina de algún
modo culmina el ambicioso proyecto de poblar el espacio urbano con una silueta - una sombra- repetida hasta el cansancio, como si se tratara de un implacable "basso ostinato", destinado a sobrepujar la complaciente melodía del olvido.
Tal como lo testimonian las pequeñas tomas fotográficas que acompañan su instalación, y que el mismo Traverso registrara en el ámbito de la Plaza Pringles, fueron los propios asistentes al acto inaugural los encargados de empuñar los estandartes-cada uno representando una bicicleta minuciosamente enumerada, al igual que sus pares callejeras-para dirigirse luego encolumnados al interior de la Biblioteca y depositarlos allí, en una acción que puede interpretarse indistintamente como una ofrenda, como una esperanzada implantación de "nuevas banderas"- ya que esta propuesta integra una serie que contradictoriamente se denomina "...puede no haber banderas" - y hasta como una paródica marcha de protesta, en la que los reclamos específicos habrían sido refundidos por la inagotable polisemia de la transfiguración artística.
(La participación de una banda musical que Traverso había dispuesto en la explanada de la Biblioteca, ingresando por calle Presidente Roca, dejó en claro que el propósito del artista no era encarar su obra desde la solemnidad ni del empaque de un homenaje luctuosamente fúnebre, sino desde la algarabía y el desenfado de una ruidosa fiesta popular)
El "residuo" de este accionar -esto es, "la obra", ya que en el caso de Fernando Traverso, sus formulaciones artísticas no solo no se agotan en la fugacidad de la "perfomance", sino que, muy por el contrario, dan cuenta de una excelencia de factura y de una expresividad formal igualmente sólidas y eficaces- es un conjunto de banderas- presentadas bajo el paradójico eslogan, repito, de "...puede no haber banderas"- y que es a la vez una legión de cañas valerosamente enhiestas, un vivaque improvisado con los sudarios de tanta dulce utopía soñada hasta la muerte, y una exaltación de "la bici" - la proletaria bicicleta devenida símbolo y estandarte- como si Fernando contrapusiera el abolengo del más humilde de los medios de locomoción y de trabajo, a la marchita gloria de ese laurel heráldico, tantas veces usado como pretexto
a lo largo de toda la historia, para intentar justificar la nunca justificable destrucción del hombre por el hombre.
Digamos, finalmente, que la propuesta se completa con una suerte de catálogo que recoge infinidad de apreciaciones referidas a las bicicletas pintadas en la calle, y donde uno de los comentarios apunta emocionado:
"no te das una idea de lo que sentí cuando vi la bicicleta del Chiquitín apoyada en aquella pared... desde el colectivo, me pareció ver la bici de Alberto contra el muro de la fábrica abandonada, al día siguiente volví a pasar por ahí, de a pié, y no, era la de Analía... días atrás descubrí la de la Carlota en un portón. Me quede pensando en los compañeros... se andan dejando las bicicletas olvidadas por ahí".
Rubén Echagüe Diario "La Capital" de Rosario 19 de noviembre de 2002
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de la serie: ...puede no haber banderas
Intervención urbana en calles de la ciudad de Rosario.
"Caminar por la calle en Rosario y ver una bicicleta recostada contra una pared no tendría nada de extraño. Pero al acercarnos vemos la silueta negra de una bicicleta que alguna vez estuvo en ese preciso lugar, en algún otro o quizá en ninguno.
Son muchas bicicletas, son muchas sombras de bicicletas, son la memoria de un acontecimiento, para ser precisos son la memoria de un secuestro, de una desaparición.
La silueta de la bicicleta es la metáfora de la ausencia. Como dice el Tao no solo es el contorno sino también el vacío que deja lo que hace que la realidad tenga un ultimo sentido.
Fernando Traverso al imprimir estas bicicletas intervino la cuidad con una incontable cantidad de grabados estarcidos que transformaron el espacio urbano en un recinto de la memoria, de una memoria frágil a la cual hay que estar golpeando siempre, para que el olvido no se convierta en él ultimo triunfo del represor.
Traverso es un artista contemporáneo que conoce el lugar de sus acciones y que siente que ese lugar le pertenece, desde allí estuvo trabajando todo este tiempo para poder ver que un día al despertar, todas las bicicletas impresas están paseando por la ciudad en la búsqueda de un sueño de justicia."
Juan Carlos Romero Artista Plástico Prof. de la UBA Buenos Aires, julio de 2002
"Los veintinueve inmensos shablones serigráficos realizados por Fernando Traverso cuelgan del techo como cortinas. Libres de bastidor, flotan como velos. Su autor se refiere a ellos como banderas. Se repite en todos ellos idénticamente la silueta fotograbada de una bicicleta. Medio de transporte de la clase trabajadora, la bicicleta simboliza para Traverso al pasado político de los años setenta. La decisión de reproducirla ahora en matrices y no en estampas es deliberada: hace según el
autor, de cada bandera una obra única y no una copia. También está cargado de sentido él numero de banderas: veintinueve, una por cada compañero desaparecido. Brindar esta información al público haría de la instalación un poema épico, o un texto documental; Pero el artista prefiere que este acto restitutivo permanezca oculto en lo privado. Su duelo singular busca resonar universalmente, y así, si algo trata de nombrar Traverso en esta obra, es la ausencia misma."
Acerca de la obra "...puede no haber banderas II" Expuesta en el Centro de Expresiones Contemporáneas. Rosario. Septiembre 1999
Beatriz Vignoli Suplemento de Arte, Diario El Ciudadano. Septiembre de 1999
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"Traverso presenta un conjunto de lienzos colgados donde la única imagen, que se repite, es una silueta de bicicleta. El artista insiste obsesivamente en llevar al límite el uso de este símbolo, conjugado con una reflexión a través del titulo: ...puede no haber banderas. Y no existe salvación: a las imágenes hay que atravesarlas y a uno lo rozan. La remisión es tanto a la idea de la pieza de trabajo como a cuestiones precisas sobre los compañeros desaparecidos."
Acerca de la obra "...puede no haber banderas II" Expuesta en el Centro de Expresiones Contemporáneas. Rosario. Septiembre 1999
Fernando Farina Diario La Capital, Rosario 13 de septiembre de 1999
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"La bicicleta como el vehículo transportador de la memoria"
Trece cajas de metal se rellenan de significado, con retazos de recuerdos, en una concepción emparentada con el arte político.
"Me cuidaste, / seguiste de largo./ Dos cuadras mas adelante / tu bicicleta atada a un viejo árbol/ debajo del asiento/ se asomaba una bandera/ -puede no haber banderas –pensé.”
De nuevo como una marca en el orillo, Fernando Traverso (1951) vuelve a colocar su desvencijado rodado a la entrada de su nueva muestra. Como una prenda, una seña, un tótem que vigila la sala..., de nuevo la bicicleta. Igual que en Vientre urbano, su anterior exposición, realizada hace poco más de un año en la Biblioteca Argentina.
Pero lo que entonces era apenas un asterisco, un llamado al pie, en... puede no haber banderas, ahora es el motivo.
Símbolo de un pasado de militancia estudiantil, la bicicleta, con sus partes oxidadas por largas intemperies e inevitables abandonos, resistiendo el paso del tiempo como un estandarte de principios. Con las ruedas gastadas de transitar, algunas buenas, otras no tanto, la bicicleta se yergue como un bastión de viejas consignas.
Sin pretensiones de reconstrucciones históricas, la bicicleta aparece como el vehículo transportador de la memoria. Así, recorre el asfalto caliente, marcado por las gomas de millones de otras bicicletas, las calles empapeladas de afiches, envueltas en pasacalles proselitistas; húmedas de lluvia, de llantos. Yirando, yirando, traza caminos posibles, dibuja mapas, reales o imaginarios, terrestres o subterráneos.
En su constante homenaje a la memoria como espina dorsal de lo cotidiano, Traverso decide reflejarlo en un conjunto de modernos retablos. Trece cajas de metal se rellenan de significado con pequeños retazos de recuerdos, propios, y luego por extensión, colectivos, en una concepción emparentada con el arte político.
Pero no tanto el arte político de la década del 70, el arte denuncia de Tucumán Arde, que no hacía otra cosa que plasmar la euforia emanada de las utopías revolucionarias. Este nuevo arte político, que no tiene tanto que ver con lo doctrinario como con lo vinculado a la polis, con la acepción que liga el término a lo urbano. Político y no politizado, porque es comprometido, porque responsabiliza a la globalización de ser el proceso desintegrador de identidades culturales, porque delata los mecanismos perversos de decoloración y mimesis partidaria, porque desnuda las estrategias de desarticulación de la red social. Entonces, en este marco, en esta realidad... puede no haber banderas, y sin embargo hay que pelearla igual.
Traverso emigra desde la pintura y la tela, y toma ahora la idea y la técnica de imprimir, imprimir e imprimir, sobre cualquier superficie. La cosa es cubrirlo todo de sentido, que no quede ni un espacio vacío para el olvido.
“...-puede no haber banderas – pensé/ seguro que la enarbolaste/ antes de tocar el agua, / o la llevaste a otras tierras/ y de tanto en tanto la desempolvás./ o la encontró tu vieja/ y se fue de ronda con ella.”
Acerca de la obra "...puede no haber banderas" Expuesta en el Centro Cultural Bernardino Rivadavia. Rosario. Julio 1999
Fernanda Gonzáles Cortiñas Suplemento de Arte, Diario Rosario 12. 13 de julio de 1999
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"Fernando Traverso impulsa una mirada estética sobre la historia"
El artista recuerda dos veces. La primera con un breve poema a manera de prólogo que se puede leer al principio del recorrido de la muestra. La segunda vez lo hace mediante la presentación de trece cajas que, de acuerdo con la disposición del montaje, conformarían un discurso visual en el que cada agrupamiento o separación entre ellas las asimila a breves frases
que remiten nuevamente a la poesía.
Construidas utilizando la reiteración de un recurso- la superposición de planchas transparentes impresas en serigrafía- con diferentes variantes que radican en la selección y repetición de elementos en el fondo de las cajas, el artista propone la evocación de un pasado militante. Memoria que acude a imágenes claramente identificables con lo político, como fragmentos de afiches y pancartas pero que también recurre a objetos donde los sentidos son más sugeridos que denotados, tal el caso de los pequeños sobres blancos.
La bicicleta como símbolo humanizado en el que pedalean los ideales, propone a la mirada recorridos posibles desde un presente que rescata la valorización de una historia en la que las convicciones ideológicas y las utopías señalizaban los caminos. Y si bien el artista habla de pérdidas y de despedidas, de caídas, de pañuelos blancos y de rondas, la obra plantea permanentemente un doble movimiento, un flujo constante donde por momentos las bicicletas parecieran emerger y no hundirse, recomponer su trama y no disgregarse.
Acerca de la obra "...puede no haber banderas" Expuesta en el Centro Cultural Bernardino Rivadavia. Rosario. Julio 1999
Natacha Kaplún Diario La Capital, Rosario 18 de julio de 1999
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Viaje al interior del arte
Para Fernando Atilio Traverso la ciudad es un ser. Viviente o no, la metrópoli posee un ritmo interior propio, un desarrollo intrínseco que le permite reproducirse de una manera casi autónoma. Es el núcleo activo de la urbe, el mecanismo íntimo de ese espacio en el que cohabitan el hombre y la máquina. Sobre el filo del milenio, la humanidad enfrenta una embestida tecnológica mucho más grande que la que hubiera podido imaginar los más radiocales teóricos de la industria
cultural. Pero aun en esta crítica etapa existe un espacio para el arte.
En este entendimiento, el artista crea un ambiente gris, frío, ausente, donde paradójicamente el "alma" de la obra está colocada por fuera. El Vientre urbano es un aparato mecánico, metálico, metódico. Ajenas, están las huellas del hombre: una bicicleta oxidada, un montón de basura.
Por este estómago de hierro fluyen los combustibles esenciales para mantener funcionando la maquinaria. El rastro humano se incorpora entonces al sistema intestinal, como un cuerpo extraño, como un meandro se acopla a lo lógica implacable de la ciencia.
En una semblanza cuasi orgánica, una intrincada red de cañerías asemeja un puñado de vísceras, donde cada ducto se conecta con otro, y éste con un tercero, y así sucesivamente. Irónicamente el artista establece una pauta de trabajo en serie, donde cada cuadro es la continuación del anterior. La obra se compone, como un artefacto, de varias piezas estándar, similares en apariencia pero con una utilidad distinta.
Una instalación pintada, una pintura instalada, tal la propuesta de este artista-constructor.
Acerca de la obra "Vientre Urbano" Expuesta en el hall central de la Biblioteca Argentina
Fernanda Gonzáles Cortiñas Suplemento de Arte, Diario Rosario 12. Abril 1998
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