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Estación del Río. Con una carpeta llena de señales: pasos entre hierbas y aire y juncos, humedad y temblor en los ojos de los peces...
Horacio tiene la confianza de los seres nacidos en las islas, confianza en sus manos, orillas de la noche estrellada.
Había visto el viejo TUNEL, de trenes ausentes, los relámpagos en las ISLAS, el OMBU cerca del RIO, refugio de niños y marineros llegados de países lejanos.
Vivió la disciplina, el rigor y la ternura de JUAN GRELA, poeta de una plástica de la levedad. Nuestro inolvidable JUAN...
Eso basta para saber hacia donde se dirige su arte: un mundo donde las jerarquías se desvanecen.
Lo vi trabajando muchas veces, entre idas y venidas. Siempre con entusiasmo lo vi volcarse en su trabajo, en el duro oficio de crear.
Horacio, instalado en la piedra del gran RIO, nos trae en tramas indefinidas, colores, cartones, líneas y papeles, materiales del hombre, para que transiten, nutridos de su música, pasajeros cargados de sueños futuros.
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