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Mi estética y método

Alan Taylor, compositor londinense, nos acerca sus reflexiones sobre la música actual y su particular manera de abordarla.

Alan Taylor | Compositor y Director
24-set-2004

El desinterés por la música actual

El público musical europeo y en América del Norte, tiene gustos muy muy conservadores. Estan encantados con la música de épocas pasadas. Disfruta de esta música cómo una forma de nostalgia y escapismo.

El público con ínteres en la música de nuestra época es pequeño, mucho más pequeño que el público que quiere la música de épocas pasadas.

Creo que el rumbo de desarrollo de la música contemporánea ha contribuido a su rechazo por el público.

Generalmente, a los músicos profesionales no les gusta la música moderna por sus exigencias técnicas y su complejidad. El público la encuentra difícil de comprender y no valiosa para escuchar. La mayoría de los músicos, que son amateurs, no pueden tocarla.

Los compositores, como he dicho, escriben para los que controlan las fuentes de sus ingresos, los académicos y los que dan comisiones. No escriben para el público y los músicos ante todo. No conciben su papel como un deber de comunicarse con un público. En cambio, escriben para ganar dinero por demostraciones de su destreza técnica.

No escriben para los músicos. La presunción es que los músicos son como máquinas, con el rol de hacer los ruidos preescritos en el momento correcto. Los compositores, generalmente, no conciben cada obra como una estructura que da papeles claros a cada músico.

Por estos métodos, la música actual es una expresión de una época que es:
  • profundamente conservadora en su ideología y que ha apartado la vista del auto-criticismo
  • que celebra la sofisticación técnica más que el contenido de algo, en definitiva, la complejidad técnica por sí misma
  • trata de convertir las artes en mercancías que se pueden vender o comprar y no permite dejarlas como experiencias para compartir o actividades en que se puede participar como músico
  • controlada por élites técnicas, que controlan acceso a la profesión.

Es una música para ganar dinero, no para comunicar o para interpretar el mundo. El público no puede relacionarse con esta música sino como consumidores.

Los compositores han caido en una trampa. Su educación y formación los dirigen hacía la complejidad y destreza técnica. Los mercados por su música, la demanda y los académicos que establecen las normas esperadas, se empeñan en una música de virtuosismo y alentan a cada compositor a escribir como un individuo aislado y único.

Resulta que los compositores han perdido la habilidad de comunicarse con un público más amplio. Están fuera de lugar.


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