"Hay aquí la reunión de dos miradas: una que señala el sitio exacto donde 
algo ha acontecido: el de un lugar habitado por el temblor de un instante 
que imaginamos fue violento y que perdura ahora en el aire, sobrevolando la 
atmósfera invisible. El vacío de ese territorio que el dedo indica es lo 
único que nos queda de una historia arrebatada por la pasión o la fuerza. 
¿Qué vidas anidan detrás de esos nombres, de esas edades, de esa cifra 
precisa en el tiempo?.
La otra mirada es veloz, no está detenida, sino que viaja fugaz sobre la 
piel urbana y nocturna. Hay haces de luz, fantasmagóricas imágenes, señales 
que indican un rumbo incierto. La ciudad atrapada en su quietud se parece a 
un animal dormido o a un cuerpo quieto en estado de latencia. La cámara 
registra la respiración de ese cuerpo, la persistencia de ese hálito que la 
atraviesa aún cuando nadie la transita. ¿Para quién son esos signos, para 
quién dicta la ciudad esas pulsaciones cuando nadie la observa?".	
Esta significativa presentación del Licenciado Rubén Chababo nos recibe en 
"
Instante Impreciso", la muestra donde 
Darío Ares y Juan Aspeitia exponen 
sus trabajos fotográficos, que se pueden ver en un interesante espacio 
elegido por estos dos jóvenes artistas de Rosario. 
En las imágenes de Darío Ares hay un tríptico de complicidad entre su ojo 
detrás de la cámara, el espacio-momento y el observador, y una presencia 
subjetiva remarcada por un dedo que señala hacia un punto donde debemos 
descubrir una situación y un protagonista. Hay un fuerte compromiso del 
artista con ese "instante impreciso" del cual no hemos sido testigos, pero 
del que sí hay algo que nos invita a descubrir. Hay sensaciones fuertemente 
ligadas a la intriga, a la necesidad de "conocer" el hecho, el momento, el 
lugar. Saber que en tantos espacios absolutamente "anónimos" ocurren 
acontecimientos de los cuales tal vez jamás tengamos ni siquiera un 
comentario fugaz, pero determinan en el tiempo preciso un detenimiento, un 
punto que marca para los protagonistas ese antes y después que no pueden 
ser retenidos, porque el mismo tiempo los arrebata, pero quedan en la 
historia de alguien, seguramente más anónimo que esos espacios físicos, lo 
mismo que quedarán en nuestra historia una vez que hemos penetrado en ese 
momento. La obra de Ares es comprometida con el interior, es intimista. 
Dice mucho más desde la mirada interna de él mismo que desde cualquier 
especulación estética. Si el observador puede interpretar esto, llegará a 
la esencia.
Lo que la noche le cuenta al día. Las imágenes de Aspeitia han elegido este 
título para expresarse. Y digo que las imágenes lo han elegido porque son 
autosuficientes. Los espacios, que aparecen confusos, pasan veloces, la 
cámara viaja y nos lleva de un lugar a otro sin detenerse. También el 
anonimato. Miradas fugaces sobre cada foto, que intentan preservar la 
intimidad de la mirada ajena. Mostrar, para guardarse lo más profundo. Eso 
que interiormente sabemos existe pero que no importa revelar o descubrir, 
porque la mirada necesita ir hacia otra parte. Aunque en esta obra también 
quedará la sensación de algo latente, no mostrado, que se debe buscar 
cuando la primer mirada pasó, cuando volvemos a repasar cada cuadro. Y 
fugazmente asaltan sensaciones, recuerdos, hasta creer identificar algo, o 
alguien, o tal vez a nosotros mismos en un paso muy veloz, en un día veloz, 
en un tiempo que corre veloz. Lleno de instantes imprecisos.
