Seamos sinceros: ¿quién no soñó alguna vez con pararse frente a una
orquesta, vestido de frac y ante un centenar de personas en la audiencia, y
bajar ese "palito" largo y finito llamado batuta, para inmediatamente
sentir con felicidad la obediencia de decenas de instrumentistas que -cual
esclavos fieles- acatarán todas las órdenes que se les imparta? Pareciera
que esa batuta fuera una varita mágica que hace y deshace, que produce
sonidos y crea silencios, que genera climas tensos y diáfanos, que otorga
poderes inauditos a quien la utilice, bajo su influjo mágico...
Dirección, en el sentido general, significa la conducción de un número de
intérpretes en un esfuerzo musical unificado, a través de expresiones
faciales y de determinados gestos manuales y corporales pre-establecidos.
Para el común de la gente, la manifestación más elementaria de esta
definición es el batir de los brazos del Director propiamente dicho: con
este simple gesto se reconoce fácilmente el arte de la dirección, y aunque
a simple vista pareciera que estos movimientos fueran la cosa más sencilla
del mundo, detrás de cada minúsculo accionar hay muchas horas de estudio,
mucha y amplia cultura musical.
La Dirección como especialidad abarca varias instancias: una, avocada a la
técnica de dirección propiamente dicha, que está ligada a la géstica
tradicional que uno está acostumbrado a ver. Otra, ligada estrictamente a
la parte musical: conocimiento de armonía, composición, instrumentación y
estilos; comprender la música, entenderla, para así poder transmitirla. El
director es un intérprete, y tiene a su cargo transmitir lo que el
compositor escribió. Claro que primero deberá él mismo descifrar la idea
del autor para luego poder trasmitirla a los músicos que conduce, y
entonces, finalmente, será posible dar a conocer dicha obra a la audiencia,
a través de este gran instrumento que eligió como medio de interpretación:
la orquesta sinfónica. Y aquí llegamos a otra instancia importante -sino la
más importante-, aquélla que se encuentra ligada a la cuestión
"psicológica" y de manejo de grupo propiamente dicho: el Director debe ser
un Líder, debe poder conducir a todos sus miembros no sólo musicalmente
sino humanamente, y lamentablemente, ésto no se aprende en ninguna escuela,
sino que se logra sólo a través de la práctica y del ensayo-error,
aprendiendo de los éxitos y de los fracasos que las mismas experiencias le
dejan. Es sabido que si una persona desea dedicarse a la música y estudiar
oboe, por ejemplo, pues bien, lo primero que deberá hacer es adquirir un
oboe para poder practicar en él. Pero aquél que desee estudiar Dirección de
Orquesta, ¿cómo hace para comprarse una orquesta para poder así practicar a
diario en ella?
Una pregunta frecuente está vinculada al hecho de saber qué hace el
Director con sus dos manos. Usualmente, con la mano derecha indica el
compás, el tempo (si es lento o rápido) y la entrada de los instrumentos
y/o voces, entre otras cosas. Con la mano izquierda indica las dinámicas,
esto es, si los sonidos son fuertes o suaves, crecientes o decrecientes,
acentuados o no, etc etc.
Esta práctica gestual obedece a una convención que a veces se cumple y a
veces no, ya que cada director puede asumir su propia géstica con su
orquesta y entablar con ellos un lenguaje gestual que podrá diferir de esta
convención. Generalmente, los músicos de orquesta son maleables a los
cambios de gestos, ya que deben habitualmente adaptarse a la marcación de
los directores invitados, que a veces es clara y coincide con esta norma
convencional, y otras veces no.
En cuanto a la batuta, no todos los directores la usan. Algunos no son
partidarios del uso de ésta porque sostienen que es un accesorio rígido, y
sin ella la mano seguramente puede adoptar nuevas y variadas posiciones,
con lo cual, la paleta gestual de enriquece mucho más. La dirección sin
batuta se aplica sobre todo en el campo de la Dirección Coral, y sobre este
tema hay varias hipótesis, desde aquella que sostiene que el director de
coro está ubicado en mayor cercanía hacia los coreutas -mientras que en la
orquesta no y por tal, la batuta los acercará-, hasta aquella otra que pone
su atención en el carácter habitualmente amateur de las agrupaciones
corales, que dependen mucho más del director y de su géstica, y el hecho de
no portar batuta permitirá entonces a éste extender los dedos (o no),
posicionar su palma para arriba (o para abajo) cerrar y/o abrir la mano, y
tantos otros recursos más que serán sin duda de suma utilidad para el
corista y que le graficarán seguramente cuestiones inherentes al texto y a
la articulación, mientras que con la batuta, todo esta ayuda gestual sería
imposible de realizar.
Contrariamente, para dirigir una orquesta conviene ser más académico y no perder de vista la marcación tradicional.
Claro que también están aquellos directores de orquesta que dirigen algunas
obras sin batuta y otras con, dependiendo de la blandura o expresión de la
pieza en cuestión. Y por supuesto, la diferencia se notará claramente.
De hecho, cada mínimo movimiento gestual del director tendrá alguna
implicancia musical, favorable o no. El brusco accionar del brazo dará como
resultante un sonido orquestal duro, rígido, así como un delicado cerrar de
los dedos se traducirá en una suerte de mágica y paulatina desaparición del
sonido... y viceversa.
Y ahora una breve historia de la Dirección: De todos los parámetros de la
música (ritmo, textura, orquestación, armonía, forma, etc) es el Ritmo el
que hará básicamente necesaria la aparición de un Director. (Además, un
repaso por la historia de la Música en busca del surgimiento del Director
nos conectará con las diferentes etapas, desde la Edad Media hasta nuestros
días, desde la voz como figura central que poco a poco cederá ante los
instrumentos, desde los pequeños grupos de cámara de los primeros tiempos
hasta las orquestas gigantes del período Romántico...)
Para cada tipo de ritmo existe una técnica de marcación precisa. Para la
marcación de ritmo libre, que se refiere al canto gregoriano -allá por la
época medieval- se deberá utilizar un método llamado QUIRONIMIA, que
consiste en una serie de movimientos de la mano del Director, cada uno de
los cuales guiará al cantante en la interpretación de la pieza. Este método
fue usado en una época en donde la tradición oral era cosa de todos los
días, ya que la música se transmitía vía oral -no estando escrita ni mucho
menos impresa-, y por tal, por medio de esta técnica, el Director no hacía
otra cosa que recordarle a los coreutas las inflexiones de la melodía, el
ritmo y las articulaciones. La música de este periodo estaba íntimamente
ligada con el texto, y es sabido que uno habla y recita libremente, sin
restricciones ni acartonamientos rítmicos, siendo esta música el reflejo
rítmico del habla.
Ya entrando en el siglo XIV, aparece una música que si bien rítmicamente
será un tanto más estricta que el canto gregoriano y no tan libre como
aquél, portará sin embargo ritmos realmente muy complejos, empleando
síncopas (que es la alteración de la acentuación normal), cambios de compás
y ausencia de acentos regulares. Esta música, erudita y sumamente compleja,
se extendió también durante todo el siglo XV, y el método de dirección aquí
empleado es el llamado TACTUS: el gesto de la mano es un movimiento simple
ascendente y descendente, en el mismo lugar, para de este modo marcar el
pulso (constante metronómica), sin ningún intento de marcación de frases ni
demás cuestiones musicales: cada una de estas indicaciones será ejecutada
por cada cantante o instrumentista, aplicando lo que le toca en su propia
línea, y el director se limitará solamente a marcar ese continuo ostinato
que obrará como medida pareja para todos, evitando que alguien se apure o
se retrase, y sobre el cual cada ejecutante desarrollará su parte
individual. Cada voz es independiente de la otra, y todas juntas darán como
resultado final estructuras descomunales, complejas, pero unidas por ese
TACTUS base que permanece de fondo, como un soporte invisible.
En cuanto a la batuta, es imposible precisar cuándo aparece exactamente.
Sin embargo, se sabe con certeza que ya en el siglo XVI existía, claro que
no como la conocemos hoy, sino bajo la forma de rollo de papel, arco de
violín, y hasta a veces como largos cetros, que se golpeaban contra el
suelo para dar cuenta a los instrumentistas del ritmo, y poder así marchar
todos juntos y a la misma velocidad. Claro, hay que tener en cuenta que
durante el siglo XVI y buena parte del XVII el clavecín era el instrumento
más importante y por tal, generalmente el director se situaba al clave y
desde allí dirigía a la orquesta o al grupo instrumental mientras tocaba,
dando "cabezazos" para marcar el tempo; pero el sonido del clave era tan
suave, que era necesario alguien que diera cuenta del tempo general de
manera más sonora. En el siglo XVIII, en cambio, el instrumento
predominante será ahora el violín, con lo cual, la dirección se dividirá
entre el clavecinista y el concertino (esto es, el primer violín).
Mientras tanto, el "cetro" seguía ganando terreno, hasta que llegado el año
1850 se acorta, se suprime el irritante ruido de marcación del tempo en el
suelo, se transforma en batuta, y el director como tal hace su aparición
triunfante: comenzará así su etapa de gloria y será sin duda el centro de
atención, el líder musical y divo total. Ya en el siglo XIX, equipado con
batutas de diferentes tamaños y colores, y con autocráticos poderes de
control, se transformará en la figura dominante, sobre quien recaerán ahora
todas las atenciones.
De profesión Director de Orquesta: seamos sinceros, es el sueño del pibe.