Escultor universal, apasionado de la vida, vigoroso en el trabajo plástico,
curioso innato, hombre de determinaciones, creencias y teorías. Es un
artista plástico que se ha hecho a sí mismo. Poco a poco ha ido atesorando
la sabiduría artística, el dominio plástico sobre el material,
fundamentalmente piedra y madera en escultura o la perfección de los
dibujos a lápiz o el contundente expresionismo desgarrado en su obra
pictórica, donde el color cobra un protagonismo inusitado.
En todas las disciplinas en las que interviene domina la sensación de
volumen, que determina un expresionismo casi mitológico, etnicista y de
gran pureza de elaboración, especialmente por el concepto humanista que
posee.
Profundiza en las interioridades de los seres humanos, interesándose por la
biología, el hecho de nacer, de dar a luz, en un mundo distinto, de ser
madre, el concepto de maternidad. Hay un homenaje implícito a la figura de
la mujer, considerada base, semilla, sustento, ordenamiento de la propia
existencia. De ahí su interés por la maternidad, tal como también le pasó a
Henry Moore.
Luis es un creador que se sumerge en el caldo de cultivo de las vanguardias
históricas, de los cubistas, naturalistas, expresionistas, primitivos y
étnicos. De todos aquellos artistas que se interesaron por la vida, por el
hecho de existir, y, como tal, también por su pasado, por su firmamento
artístico, plagado de estrellas, civilizaciones y culturas. Se aproxima a
las culturas griega y egipcia, mesopotámica y árabe, asimismo se interesa
por el románico, gótico y el renacimiento. Es un hombre sincrético,
dominador de varios lenguajes, buscador de una simbiosis, de un resultado
artístico, distinto, que se aleje de posicionamientos miméticos, y que
cree, por sí mismo, un nuevo lenguaje.
La sutilidad sensual del dibujo
Sus dibujos, especialmente los basados en la figura femenina, se insertan
dentro de un planteamiento expresionista especial, destacando por presentar
figuras femeninas estilizadas, desnudos que hablan de exotismo, de la
sensualidad de la forma, de la progresión de la curva, porque no hay líneas
rectas, solo gesto curvilíneo que da una sensación de profundidad, de
elegancia envolvente, de existencia natural. Están hechos a grandes
trazos, pero sin menospreciar el detalle, pero, conservando la fuerza de la
determinación, huyendo del preciosismo, buscando la expresión de lo
voluptuoso o bien de la naturalidad y reflexión.
La mujer como punto central en la que confluyen deseos, estadios de la
mente, instantes de meditación, posturas que sugieren una admiración
biológica, un culto a la imagen con respeto, como si fuera la abanderada
del cambio en el mundo, cual viento de renovación que se adentra en las
selvas imaginarias de la humanidad.
Son dibujos de escultor, donde la figura es perfecta, elegante, fuerte,
pero, a la vez, conserva su feminidad y su encanto.
Dibuja siempre grandes pies y manos, mientras, el cuerpo, es estilizado y
sutil. Destaca el trabajo que les confiere a sus extremidades, consideradas
como anunciadoras de una necesidad de comunicación que subyace explícita.
Es un reflejo de su propio interior, de sus anhelos como persona, dado que
precisa transmitir energía y recibirla, fundirse en un abrazo imaginario,
constatar la propia vitalidad.
La aventura del desnudo le conduce a dominar la anatomía, músculos, zonas
corporales diversas y es por esta razón que su creación es tan creíble
porque parte de un conocimiento casi científico.
Pintura del drama, expresionismo, fuerza interior y culto a la llama incandescente
La obra pictórica del escultor español se caracteriza por presentar la
intensidad del drama, la fuerza del fuego de la existencia. Hombres y
mujeres, escenas de hombres jugando a las cartas en uno de sus breves
momentos de asueto, pescadores, mujeres que aman y son amadas, mujeres
solitarias, incomprendidas, de mirada perdida en el infinitesimal segundo
del jeroglífico del paradigma existencial. Hay también modelos que posan
para un público curioso, refleja también escenas en las que el amor y la
pasión como fundamento razonan al unísono, buscando su espacio, entendiendo
de hilos y de madejas a desenrollar en el laberinto de la efervescencia
vivencial.
Su pintura tiene reminiscencias de un expresionismo fuerte, directo, que
llamea a través del encendido color, que se nutre del cubismo en
determinados casos, de las formas y figuras que surgen incandescentes, casi
como si estuvieran en otra dimensión, en la de los deseos, anhelos y
pasiones.
Bucea en el interior de los marasmos, cual acantilados imaginarios, que
marcan la senda que conduce al drama de la existencia. Plasma seres que
aman, personas al borde del abismo, pero que, sin embargo, no acaban de
caer en él. Hay una fuerza interior que las guía, conduciéndolas hacia
extremos inimaginados, buscando su propia coherencia en la desangelación de
lo que les queda de sus vidas. Es la constatación de los innumerables
pasajes que forman parte del laberinto cotidiano, aparentemente anodino,
pero plagado de dramas que están a punto de salir al exterior como si
fueran una explosión volcánica en busca de su libertad. Pero también hay
prestancia, elegancia y desenvolvimiento en la expresividad de sus
momentos.
Elegancia que descansa en la fuerza de las miradas de sus personajes o en
su clara indefensión, aumentada por la especial predisposición del color,
como si fueran mitos alegóricos, simbologías de un pasado remoto,
personajes de leyenda, cuando son actuales, se encuentran con la realidad,
pero parecen actores de un drama de Chakespeare en plena función.
Una de las particularidades que destaca de su composición en su perfección
en los detalles, la manera de acabar las obras, dentro de un cierto
trasfondo melancólico, triste, en el que domina la serena libertad del
individuo que se encuentra ante un callejón sin salida, pero que, sin
embargo, quiere volver a resituarse con fuerza y determinación.
Escultura mítica, simbólica y alegórica
Su producción escultórica se caracteriza por su figuración, basada en
personajes y seres dotados de fuerza mitológica, elaborados dentro de un
expresionismo personal, de influencias cubistas, de índole geométrica,
pensados para ser símbolos de ideas, más que presentar figuras con gran
detalle y descripción.
En las etapas de su vida transcurridas en Cataluña y París, sus personajes
poseen un cierto culto africano, entroncan con la vanguardia histórica,
insertándose en la elaboración de una obra totalmente implicada con el
simbolismo, en la capacidad de evocar epopeyas, anunciando la importancia
del concepto biológico, la unión de las formas que estructuran por partes
la persona, afiliándose, por defecto, a la cultura primitivista, en la
expresión y manera de concebir sus esculturas. Con el transcurrir de los
años evoluciona hacia una obra más determinada, menos improvisada, pero,
paradójicamente, más libre.
En este contexto no renuncia a la mitología y biología. Está última es
considerada el centro material de la tierra, sustento de la humanidad,
generador del cambio entre los seres. Biología que las culturas primitivas
africanas, aborígenes australianos, indígenas de América del Norte y del
Sur expresaban con determinación.
No busca estilizar las figuras, sino expresarlas con volumen, músculo, a
base de grandes rostros, brazos y pies, pero no de gran altura, buscando la
contundencia de la materia. En sus etapas posteriores sigue siendo
grandilocuente, dramático y alegórico, pero buscando el refinamiento de los
rasgos, dentro de su peculiar determinación. Su producción actual es un
sincretismo de las etapas anteriores, posee influencias de todas las
civilizaciones, pero, con un sello personal que el artista canario sigue
desarrollando en las islas afortunadas. Su etapa parisina y catalana es
importante, desde el extraordinario monumento alegórico mitológico y
brutalmente expresivo al payés catalán, en el que destacan arrugas,
sufrimiento, dolor, dedicación y esfuerzo, a la serie homenaje a Isadora
Duncán.
Es un hombre de mente abierta, cosmopolita, amante del arte, danza,
naturaleza, seres humanos, culturas y razas, y ello se lo transmite a su
obra, dado que vive con ella, es, en realidad, la misma obra.
Su discurso plástico busca el perfeccionamiento del volumen, su
consistencia como tal, interesándose por la figura como ente de
experimentación, con capacidad de soportar un simbolismo acusado, un
planteamiento de nuevas realidades.
Exagera formas y extremidades, busca resaltar grupos musculares y
facciones, para dotar a su obra escultórica de una intemporalidad evidente,
marcada con su sello personal tendente a la grandilocuencia, pero,
realmente coherente.
La asimetría de sus proporciones está equilibrada porque se aleja de la
deconstrucción, aproximándose a un nuevo paradigma humanista, que ya
anunció en su tiempo Henry Moore.
En el fondo, más que mantener una actitud de admiración y homenaje a los
seres que inmortaliza, al ser humano en general, es también una posición en
la que se constata de manera evidente su actitud de denuncia de las
miserias humanas y sus circunstancias. De ahí que conforme a sus personajes
con formas que, por su intensidad y espectacularidad, les dan un nuevo
sentido.
Obras religiosas
En sus creaciones religiosas mantiene su espectacularidad de formas, pero
dentro de otras proporciones, en las que destacan su culto al detalle, la
elaboración teniendo en cuenta el medio religioso al que irán destinadas
(iglesias, catedrales, etc.), por lo que, baja en intensidad su concepción
expresionista. De todas formas se implica con el simbolismo, en la magia de
la talla, en la perfección de los acabados, en el pulir, estructurar,
delimitar y ser fiel a un legado universal, eso sí siempre con su visión
personal, aunque, en este apartado, condicionada por los encargos. Aún así
se expresa con cierta libertad, buscando destacar actitudes, detalles y
elementos de la composición, pero, sin caer en una gran expresividad. Los
santos, monjas fundadoras, Jesucristo, elementos simbólicos, configuran una
manera escultórica de entender las imágenes, que nunca caen en el mimetismo
y que poseen la fuerza de un artista que ha sabido entender la fidelidad a
los diferentes lenguajes plásticos.
La libertad, potenciación de un naturalismo actual, la danza e Isadora Duncán
El 'Amor', 'Isadora Duncan', 'Desnudos', son series temáticas que destacan
en la visión más actual del escultor canario, con raíces y contactos en
Cataluña.
De una obra naturalista específica pasa a una creación figurativa de
nuestros días, estilizada, en la que la expresividad contundente deja paso
a creaciones más sutiles, donde las formas, el equilibrio compositivo es
más dinámico, dado que predomina una cierta idea de movimiento, de gesto en
la manera de tratar las esculturas de madera y piedra.
Las formas son más estilizadas, los cuerpos poseen mayor estiramiento de
líneas. En consecuencia exhibe hombres y mujeres en actitudes amorosas,
desnudos, en distintas posiciones o bien practicando deporte, desde la
danza a la gimnasia, buscando enaltecer el concepto de lo bello contenido
en las figuras humanas desnudas. A partir de su creación se recrea en la
parte exterior de las mismas, buscando el fondo, la idea, para plasmar la
verdadera escultura, sintiendo el material, persistiendo en la búsqueda
constante de nuevas sensaciones.
En 'Isadora Duncan' sigue insistiendo en la expresividad del gesto, en la
movilidad de la estructura, mostrando un barroquismo sugerente, en el que
lo descrito no pierde fuerza. Las manos están abiertas, dialogan con el
aire, se confunden con el movimiento, desapareciendo y reapareciendo. Todo
el cuerpo en permanente flexibilidad, la cabeza escondida entre el torso y
las piernas, mientras, el eje de gravedad cambia de posición. Sensualidad
en el ambiente, esencialidad de la energía que transforma la forma para
hallar otros movimientos que, a su vez, generan más energía. Pero todo ello
expresado a través de la materia, que, en este caso, es la madera.
Base, punto de equilibrio, como la tierra, elemento imprescindible del
planeta en el que vivimos. Los opuestos se atraen porque se complementan.
No hay contradicción en ello porque se explican mutuamente. Es decir que se
produce una dinámica envolvente en la que los puntos de energía transmutan
la materia y la danza es como hacer el amor con el viento, saltar en el
aire, dejarse llevar, navegar sin barco, para posarse en la esencialización
de la elucubración de una mente que disfruta con la magia de la propia
libertad del gesto.
En esta etapa más reciente de su escultura volvemos a encontrar la
maternidad, que expresa con más gesto, en obras menos recargadas y más
directas, pero, a la vez, elaboradas.
Las mujeres con las manos apoyadas en la frente, con la mirada gacha o el
gesto perdido en el horizonte ya no son tan habituales, pero existen,
porque el silencio y la soledad nos acompaña en una época de ritmo
trepidante y civilización tecnológica. De ahí que la contribución de
Montull sea aun más importante, porque se nutre de la fuerza de la materia,
para intentar vencer al miedo a la soledad que se sitúa a la cabeza de las
posibilidades, buscando ser el dueño de la situación.
Contribución a la escultura internacional
Su aportación a la escultura internacional pasa por no renunciar al
naturalismo, pero con la particularidad de que lo adapta a nuestros días,
evolucionando de unos conceptos propios de la vanguardia histórica hacia
planteamientos escultóricos en los que predominan la idea del gesto,
movimiento y elaboración del trabajo de la piedra y madera.
En el ámbito pictórico sigue con su expresionismo, destacando los aspectos
formales y biológicos, pero dentro de una cierta capacidad para resaltar el
drama. Realmente, el suyo es un viaje por la mente, exhibiendo el poder de
las neuronas, de una mente dispuesta a no renunciar a la formación clásica,
pero empleando sus conocimientos plásticos que se vehiculan a partir de un
respeto al cubismo, para elaborar un discurso que tiene mucho de
poscubista, pero también de primitivista y geométrico-orgánico. De la
realidad figurativa, del naturalismo de la temática a la verdadera
vertebración y forja de una escultura indomable, pero, a la vez, abierta a
la poesía.