Guillermo Brachetta comenzó sus estudios de piano en Argentina, pero 
ya a partir del año 1995 viajó a La Haya a perfeccionarse con el Prof. 
Jacques Ogg en el Real Conservatorio de esa ciudad holandesa, donde obtuvo 
su diploma de postgrado. Seis años más tarde recibirá su diploma final con 
Mención de Honor en el Conservatorio de Amsterdam, bajo la guía del Prof. 
Menno van Delft. 
Entre otras grandes figuras que contribuyeron a su formación, se puede 
citar a Gustav Leonhardt, Bart Kuijken, Bob van Asperen, Miklos Spanyi, 
Christophe Rousset, Lars-Ulrik Mortensen y Lucy van Dael. 
Actualmente, Guillermo se desempeña como solista permanente e invitado en 
"Amsterdam Bach Solisten", "Amsterdam Bach Consort", "The New Dutch 
Academy", "Holland Symfonia" y "Orkest van het Oosten" (Holanda); "The 
Catherine Orchestra" (San Petersburgo, Rusia); "Musica Ducis Brabants 
Kammerorkest" (Alemania) y "Orquesta Sinfónica de Galicia" y "Camerata 
Antonio Lucio" (España), entre otras prestigiosas agrupaciones, y ha sido 
dirigido por Gustav Leonhardt, Eduardo López Banzo, Bart Kuijken, Mirlos 
Spanyi, Jaap van Zweden y Roy Goodman, entre otras figuras.
Además de su faceta de intérprete, trabaja también como editor e 
investigador, y ha editado numerosas obras de los siglos XVII y XVIII para 
primera publicación.
Marisol Gentile: Tu viaje a Holanda y posterior radicación en ese país, ¿fue motivo de una 
invitación? ¿de una beca? ¿o fue resultante de un deseo personal?
Guillermo Brachetta: En realidad siempre había soñado con vivir en Europa. Sin embargo, cuando 
en 1995 me aceptaron en el Conservatorio de La Haya para estudiar clave 
pensé que mi estadía allí duraría 2 años, pero cuando llegó el momento 
planeado de irme no pude hacerlo. Ya había pasado el punto de no retorno y 
obviamente ayudaron mucho dos cosas: las posibilidades laborales en el arte 
allí y la magia de Amsterdam.
MG: ¿En qué consiste tu trabajo actual en Amsterdam?
GB: Básicamente alterno conciertos e investigación. Viajo bastante, sobre todo 
por el país, que es muy pequeño. Toco como solista, con mis ensambles y con 
algunas orquestas importantes, como la Filarmónica holandesa cuando hacen 
música barroca y algunas otras. Como editor e investigador estoy sobre todo 
enfrascado en un doctorado sobre uno de mis máximos ídolos: Wilhelm 
Friedemann Bach.
MG: La elección de esta inclinación tuya hacia la estética del Barroco, ¿a qué obedece? ¿Cómo surge tu vocación por el estudio y dedicación a este tipo de música?
GB: De un modo un poco casual, como casi todo. De chico escuchaba cualquier 
tipo de música "clásica" que cayera en mis manos, hasta que descubrí dos 
compositores que inclinaron la balanza definitivamente. Luego de escuchar 
por primera vez el primer concierto brandeburgués de Bach quedé pasmado con 
el sonido del barroco en general, y luego de conocer algunas de las piezas 
de François Couperin quedé enamorado para siempre del clave en particular. 
Desde ese momento sólo tuve éso como ideal estético.
MG: ¿Cómo se vive siendo un músico y haciendo música en ese país del Norte?
GB: Holanda sigue siendo una de las mecas no sólo de la música barroca, sino 
también del arte contemporáneo, arquitectura y teatro experimental, entre 
otros.
En Holanda todavía hay relativamente bastante subsidio estatal a las artes 
y a la educación, fenómeno que tiende a desaparecer en Europa, sobre todo 
desde el arranque a toda máquina de la Comunidad Económica, pero que aún 
permite que haya mucha actividad. Sin ser fácil, sobre todo cuando 
inmediatamente se termina de estudiar, es posible insertarse perfectamente 
en el sistema cultural.A eso se suma la increíble generosidad y tolerancia 
de ese país hacia los extranjeros.
MG: ¿Además de intérprete, sos editor? Contanos un poco en qué consiste esta actividad que desarrollás.
GB: Trabajo para Cambridge University Press como editor de su departamento de 
música y también para músicos como Christopher Hogwood (Academy of Ancient 
Music) y Eduardo López Banzo (Al Ayre Español). Como investigador 
particular también visito bibliotecas y archivos con el sueño un poco de 
todo paleontólogo de descubrir algún fósil oculto y reconstruir con él 
parte del pasado. He editado varias obras consideradas perdidas, o que 
nunca habían visto publicación, como las Vísperas de José de Nebra, un 
compositor español de mediados del siglo XVIII, quintetos de Graff o los 
conciertos inéditos para clave de Wilhelm Friedemann Bach. Es bastante 
laborioso, pero apasionante.
MG: En tus conciertos como solista ¿tenés la libertad de programar los programas que desees, o debés estar sujeto a?
GB: A veces sí y a veces no. Si tengo que programar un concierto como solista o 
con un ensamble mío, sin duda decido, o participo en la decisión de qué 
hacer. Es claro que también muchas veces tengo que tocar con orquestas que 
imponen su programa y me llaman para participar del proyecto.
MG: ¿Cuál es tu criterio para la selección de repertorio?
GB: En general trato de hacer lo que me gusta, pero muchas veces es necesario 
adaptarse. Si tengo la posibilidad de armar por completo un programa 
intento que sea lo más homogéneo posible. Me resultan bastante antipáticos 
los conciertos donde se escucha un poco de cada cosa. Me parece que de esta 
manera el oyente no tiene tiempo de profundizar en la estética de nada en 
particular, es como pasar en un museo de la sala de pintura flamenca a la 
sala italiana. No hay suficiente tiempo en poco más de una hora para 
asimilar estilos tan diversos.
MG: Resuminos dónde realizaste tus estudios, tanto en Argentina como en el 
exterior. ¿Quiénes considerás que fueron (o son) tus maestros?
GB: En Argentina, luego de estudiar piano, mi educación en el clave fue 
completamente autodidacta debido a la casi nula actividad barroca en 
Rosario en ese momento, por eso es que  supe que era indispensable seguir 
con una guía más firme que la que era posible encontrar allí. En Holanda 
hice un posgrado de dos años en el Conservatorio Real de La Haya y luego 
estudié cuatro años en el Conservatorio de Amsterdam con quien es mi 
verdadero maestro y amigo, Menno van Delft. También tuve la suerte de 
estudiar con el genial Gustav Leonhardt y con Christophe Rousset.
Me gustaría agregar un pensamiento personal: El barroco fue uno de los 
períodos más prolíficos de la historia del arte en general y de la música 
en particular. Tanto en cantidad como en calidad: en el barroco los nombres 
que hay para mencionar son tantos... En esos años, digamos de 1620 hasta 
1760 el clave, junto al violín, fueron los reyes indiscutidos de los 
instrumentos en la música sobre todo no religiosa. Uno como el solista por 
antonomasia, el otro como omnipresente bajo continuo y representante de la 
música que se hacía "en casa". El repertorio es tan extenso, y de una 
calidad tan abrumadora, que es imposible profundizar demasiado. No lamento 
estar tan limitado en lo horizontal de la línea temporal si verticalmente 
las alturas y profundidades del barroco son tan grandes. Por otra parte, la 
música barroca, salvo algunos ejemplos muy puntuales, nunca fue ni creo que 
llegue a ser "popular" en el sentido amplio de la palabra. Es un lenguaje 
muy específico y de algún modo ajeno a la estética actual, e incluso en su 
época tuvo, en sus ejemplos más perfectos, dificultades para ser 
comprendida. Es claro que esto ha sucedido no sólo en el barroco, pero no 
es casual que un compositor de la complejidad de J.S.Bach nunca saliera de 
la zona de Alemania donde nació y fuera conocido básicamente sólo a una 
elite de gente instruida, mientras otros, muchísimo más simples y 
superficiales como Haendel, fueran prácticamente el equivalente barroco a 
una estrella del pop actual. De hecho ningún estilo en su punto más alto y 
acabado es popular.
MG: ¿Qué opinás sobre la llamada música contemporánea?
GB: Honestamente es un lenguaje que no conozco, a pesar que hay bastante 
repertorio para clave del siglo XX, pero sin duda en lo musical es un 
idioma que nunca me atrajo.
En mi tiempo de estudio en el conservatorio tuve muchas oportunidades de 
charlar con compositores y escuchar sus obras. No dudo que haya obras 
maestras y geniales, pero lo experimental del idioma y en general el 
desconocimiento del público sobre el lenguaje de vanguardia hacen que todo 
se preste mucho también a la charlatanería e irresponsabilidad por parte de 
algunos compositores.
He visto cosas que me han despertado mucho respeto, independientemente de 
gustar de ellas o no, y otras que me hicieron reír bastante por lo 
ridículas.
MG: ¿Creés que existe una ruptura entre el pensamiento musical tradicional y los aspectos más modernos de la música contemporánea?
GB: Sí, en general creo que hay una ruptura deliberada pero generalmente por 
parte de los "contemporáneos", que utilizan su arte de manera reaccionaria 
y provocativa.
El otro día estuve en un concierto donde la última obra fue la premiere de 
una obra de un compositor cubano: 20 minutos de, a mi entender, ruidos. 
Cuando terminaron, y sin que la gente aplaudiera más de 1 minuto, los 
intérpretes decidieron temerariamente hacer un bis, pero no pude evitar 
escuchar a más de uno del público diciendo "por favor, que hagan algo 
tonal!" 
Creo que de los directores es gran parte de la responsabilidad, pero sin 
duda también de los compositores e intérpretes en general. Sin duda no del 
público. El público tiene que ser "educado" y es claro que para que sea 
capaz de apreciar algo desconocido es necesaria una tarea didáctica. No es 
nuevo, ha pasado siempre. Ha sido la reacción del público frente a Rameau, 
frente a Mozart ("Una porquería alemana" dijo la princesa sobre "La 
Clemenza di Tito"), frente a los últimos cuartetos de Beethoven o a 
Berlioz. Tuvo que pasar tiempo para que todo esto que fue vanguardia en su 
momento fuera reconocido por el público.
MG: En líneas generales, y a pesar de dedicarte a un período en especial, ¿considerás que el músico debe estar al día en cuanto a todos los conocimientos de su época?
GB: No, no lo creo. De hecho yo no lo estoy y muchísima gente que me rodea en 
mi ambiente tampoco lo está, lo que no afecta en absoluto nuestra 
actividad.
De hecho, aparte de mi restricción temporal en lo musical, no dejo de vivir 
por completo en el siglo XXI: mi segundo hobby, por ejemplo, son las 
computadoras, de las que soy fanático.
MG: ¿Qué autores del pasado son tus referentes, puede decirse que han sido ejemplos para vos?
GB: Si tuviera que hacer algo así como mi "top five", incluiría en él a 2 
compositores que no escribieron específicamente para clave, salvo los 
recitativos de sus óperas: Mozart, porque es la suma de la perfección de 
forma y contenido, y Haydn, por su increíble ironía, sentido del humor, 
maestría rítmica y manejo de la orquestación.
Del período que más me incumbe, el barroco, sin duda sería Wilhelm 
Friedemann Bach, un punto intermedio y traumático entre el nuevo lenguaje 
del clasicismo y la imposibilidad de romper el trauma que significó haber 
sido el hijo mayor y el favorito de Sebastian.
También sin dudar incluiría a Jean-Philippe Rameau, un increíble compositor 
autor de la mejor opera francesa del siglo XVIII, música de una avasallante 
potencia combinada con la elegancia en su quintaesencia.Obviamente no puede 
ni debe haber un top five no sólo de la música sino también del arte en 
general si no se incluye a Johann Sebastian Bach.
MG: ¿Quiénes son tus referentes del presente?
GB: Creo que del presente o pasado inmediato mis referentes artísticos pasan 
mucho más por la literatura que por la música: Bioy Casares y Borges, en 
ese orden. Soy un gran amante de la ironía e incluso del sarcasmo.
MG: ¿Qué se siente visitar Argentina esporádicamente? ¿Se extraña? ¿Se reniega?
GB: Siempre me acuerdo de una frase del protagonista de "Tierra", de Julio 
Medem: "Cuanto más te alejas, más fácil es alejarte". Lo que mencioné antes 
del punto de no retorno está relacionado con eso. Vuelvo a Rosario una vez 
por año para estar cerca de mi familia, pero luego de más de diez años de 
no vivir allí me resulta muy difícil reacostumbrarme a ciertas cosas. Creo 
que me costaría muchísimo volver definitivamente a Argentina. Dudo ser 
capaz.
Si pienso en las cosas a las que tuve que renunciar por ir detrás de mi 
sueño no dejo de sorprenderme. Nunca nada es gratis, pero a pesar del 
precio a pagar, jugársela por entero por algo en lo que uno cree es, 
incluso independientemente del resultado, extremadamente gratificante y da 
una paz de conciencia inigualable. El hecho de poder decir "hice todo lo 
que estaba a mi alcance por mi sueño" justifica cualquier sacrificio. Sea 
cual sea ese sueño y se consiga éste o no. Y una frase con respecto a mi 
música, que aunque tenga un tono de broma no deja de ser absolutamente 
cierta: La música barroca es un viaje de ida.
