Universos dentro de otros universos
La creación pictórica de Parramón se encuentra estructurada en diversos
mundos, que encierran otros y así sucesivamente. Posee obras que parecen
bodegones o naturalezas muertas, pero, una mirada más precisa, nos descubre
su verdadera composición. De repente, las caracolas, instrumentos y
elementos presentes, nos revelan la existencia de otros planetas en su
interior, presentándolos flotando, realizando una travesía a través del
espacio sideral, que no es más que el espacio mental. Es decir que
representa la posición exacta de la sensación que ocupa la meditación. Se
trata de instantes que su mente onírica ha captado, pero, también, nos
descubre el más allá del más acá de la serena contemplación de lo creado.
No tiene filias ni fobias, tampoco es un metafísico acentuado, sino que su
surrealismo bebe de las fuentes del mundo mágico y de la naturaleza
circundante. Capta estadios de la mente, actitudes del cerebro que se
perfilan como si fueran otros ojos o formas de mirar en su propio interior.
Descubre, nos descubre su mente, formada por pensamientos que son imágenes
de gran fantasía en las que todo parece flotar.
No hay nada al azar, ya que la casualidad no existe pero sí la causalidad.
De ahí que dialogue entre una actitud clásica en su forma de posicionar el
color en la composición, en los degradados y en la manera de dibujar los
elementos y la propia temática y la experimentación de ideas que expresa.
Se arriesga a mostrar visceralmente, en algunos casos, mientras que, en
otros, es más comedido, la dinámica de la existencia. Estamos en mundos
diferentes, pero interdependientes. De ahí que sus observaciones con
respecto a los planetas varíen según los elementos que participen de una
composición determinada.
No hay voluntad de ser trasgresor, sino de ser consecuente con su
facilidad para bucear en la multiplicidad de mundos.
Hay mentes ordenadas, que lo intentan encuadrar todo, mientras que existen
otras que son más viscerales, que respetan la existencia de otros mundos,
de elementos que están descoordinados.
Los artistas, en ocasiones, quieren ordenar el caos. Pere Parramón no le
interesa el orden sino reflejar la existencia del desorden, de la anarquía
aparente, que no es otra cosa que el libre albedrío.
Gusta de contemplar el mundo desde la posición externa, desde la forma;
pero, también, pinta su otra vida, sus existencias múltiples, que viajan a
través de burbujas, de elementos de cristal transparentes, en las que cada
uno es un mundo.
Emplea colores intensos, apasionados para reflejar el misterio de la noche,
la intensidad del día, o, en todo caso reforzar su posición con respecto a
determinados elementos. La gama de tonos oscuros le permite acentuar la
escenografía, mientras que el empleo de tonos sutiles, más claros, aumenta
la sensación espiritual de su pintura.
El color es parte del escenario, del 'entourage' de la propia vida, de la
existencia más elemental. El drama es teatro, el teatro es la vida, los
escenarios son parte de un instante de un momento. Por esta razón su
pintura se basa en la dinamización de la propia sensibilidad, en ahondar en
los misterios de lo ingenuo.
Transparente, de mente clara, soñador, Quijote que cabalga sin la compañía
de Sancho, se permite incursiones en el Budismo sin saberlo, se aleja de
las migrañas y de los sueños-pesadilla, porque sabe que la existencia es
más compleja, y no tiene necesidad de preguntarse experimentalmente salidas
más trabajosas a un surrealismo que tiene un claro carácter simbolista,
pero, también surge de la necesidad del creador catalán de ser fiel a sí
mismo. Es decir que pinta porque tiene una necesidad endogámica de hacerlo,
pero, también, porque es el producto de su actitud. La pintura es un medio
para que actúe como médium, expresándonos zonas y aspectos de la existencia
inesperados, que están ahí, que algunos captan, que determinados seres
humanos transforman, para mostrar nuevos mundos.