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ARTE & PARTE. El arte después del D20




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Para jugar con la mirada

Abel Monasterolo, expone en el Museo Estévez de Rosario un conjunto de obras que rozan lo universal, algunas de Meso-América y otras de fuerte acento del Litoral.

Cali Esquivel | Lic. en Artes Visuales y Arquitecto
21-may-2006

Abel Monasterolo, artista santafesino con una prolífica producción, expone en el Museo Estévez de Rosario un conjunto de obras que roza lo universal, algunas de Meso-América y otras de fuerte acento del Litoral. El recorrido de la muestra es aleatorio, sin dirección predeterminada. El despliegue de los objetos de juego está para la contemplación lúdica y afirmaríamos, más que eso, para el goce estético. Es en la aparente fascinación visual, en su quietud explosiva, donde emerge el desafío para transitar más allá de lo percibido; como bien lo define el curador y crítico Jorge M. Taverna Irigoyen, en el catálogo, son "objetos para jugar con la mirada".

Abel Monasterolo. Cazador de almitas
Ante la propuesta de esta muestra nos preguntamos qué es el arte y para ello consideramos pertinente citar el pensamiento de Martín Heidegger: el origen de la obra de arte es el arte. En un primer momento, la obra de arte siempre muestra su carácter de cosa aunque sea de manera muy diferente, el arte está determinado única y decisivamente a partir de la pregunta por el ser. Asimismo, la verdadera cosa se determina a partir de su verdadero ser; siendo la verdad esencia de lo verdadero. Ser obra significa levantar un mundo, levantar un mundo y traer aquí la tierra son dos rasgos esenciales del ser-obra de obra. Además, en su argumentación, establece que la tierra es lo que hace emerger y da refugio. Sobre la tierra y en ella, el hombre histórico funda su morada en el mundo. La obra levanta un mundo, crea la tierra, sostiene y lleva a la propia tierra lo abierto de un mundo -es obra quien le permite a la tierra ser tierra-. El artista es el origen de la obra, uno hace al otro y viceversa, ninguno puede ser sin el otro. Monasterolo viene de la pintura y, por lo tanto, en esta propuesta tridimensional denota el oficio de pintor, sobre un soporte de volúmenes, el tratamiento de la superficie es de color, a veces miméticos y otros tautológicos, logrando en la conjunción forma-espacio un perfecto diálogo con lo cromático; junto a las pátinas están el dorado a la hoja, el chorreado informalista, el pincel seco y el barrido, los colores complementarios y análogos, sean fríos o cálidos. Una sincronizada paleta de pintor.

En la configuración formal, los materiales son duros o blandos, entre ellos: telas, hilos, maderas, mimbres, ladrillos, plásticos. Los convidados protagonistas se montan sobre ruedas o bien se desplazan sobre vehículos inverosímiles de tierra, de agua o de cielo; aparecen otros, estilizados animales: camellos, jirafas, yacarés, tigres y serpientes emplumadas, hasta un caballito de carrusel que gira en una vieja victrola; las criaturas humanas se presentan desvalidas, con el arbitrio acuesta de haber nacido y ser hombre; siluetas anónimas y solitarias que, al igual a la canoa, son íconos característicos de los maestros de la plástica del litoral ( entre otros, Supisiche, Uriarte).

Abel Monasterolo. Sin título
La generalidad de las obras, renuncia a la figuración verosímil para ingresar en un proceso formal de esquematización, dando relevancia a las estrategias que hacen al sentido -devenidos en textos- para la interpretación ronda en la cita, la metáfora, la evocación, los sueños, las relaciones alógicas (ensamblados e imagen surrealista).

Hay recurrencia de mitos, profanos y sagrados, populares e históricos. Entre ellos están: el de San la Muerte, que montado en un caballo levanta su icónico estandarte: la guadaña; y el del yaguareté (en guaraní: perro bravo, traducido como tigre) que en un preciso instante deja su huella perenne en una mesa del convento San Francisco, del Santa Fe de los tiempos de la evangelización. Y el mito de las serpientes, que renueva su tipología: una de cuerpo ondulado anida en un colchón de plumas, en su lengua peligrosa equilibra una manzana roja -inicial objeto de deseo- provocadora del primitivo pecado; hay otra, de configuración de líneas quebradas, cuya parte superior está emplumada; también está aquella, la de los quiebres cuadrangulares, con singulares escamas erizadas que amenazan.

Abel Monasterolo. Serpiente
Estas serpientes, nos remiten a los mitos Mayas de Chichén Itzá, y desde aquellos años, cada equinoccio es tiempo de espera para el solemne ritual. La serpiente emplumada es personaje mítico y se manifiesta en lo opuesto, lo que vuela (lo celeste) y lo que repta (lo terrestre). En el lenguaje simbólico americano hay dos motivos geométricos predominantes: el cuadrado y el círculo. La greca con gancho es la representación simbólica de Quetzalcóatl (quetzalli es pluma preciosa y cóatl es igual a serpiente). Está compuesta por dos elementos: el gancho o espiral, representa el círculo, es la imagen del tiempo y la totalidad; y lo escalonado, progresión del cuadrado, que simboliza la tierra y el espacio. En este emblema se articula el cielo y la tierra.


Inventario
Un inventario posible de obras:
  • "Cazador de almitas" un esqueleto atemorizante monta en un caballo de dos cabezas, diametralmente opuestas.
  • "La barca de los secretos": una barca indica un recorrido - ¿o va a la deriva?- y una silueta azul carga con esfuerzo un ladrillo a la búsqueda de su meta, los deseos secretos, llegar hasta el monolito.
  • "El jardín del bien te veo": Juego de palabras: benteveo-bien te veo. Un arca, en su ambigüedad, asienta raíces y eleva follaje - ¿o son serpientes?-, serpientes que disparan y desbordan desde la entraña de la barca, y un hombre pájaro ritualiza la acción, toda una ceremonia
  • "Abrazo mortal": un tigre en superficie inestable, en claro retroceso, y un diminuto personaje - ¿un eclesiástico? -, en inferioridad de tamaño y escala, estira largamente sus brazos, más allá de lo posible, para lograr contener tanta animalidad; ¿acción civilizadora?
  • "Los tres monos": en una roja avioneta los pasajeros nos señalan: que no ven, no hablan y tampoco escuchan y que mal pueden volar.
  • "Regalo inesperado": un caballito mecedor, cuya estructura remite al de Troya, en su redondeada barriga abre una puerta y deja ver el contenido de su interior: restos óseos que contrastan con la morfología exterior dorada a la hoja.
  • "Simbiosis": Hombre-carretilla se fusiona y se opone a su carga, planos agudos y superpuestos en tonalidades azuladas. Vidas separadas, pero que no pueden prescindir el uno de la otra; como en la ficción los sueños de los protagonistas del artista.


Dos obras para la síntesis
Abel Monasterolo. Hombre solo sobre silla roja
Se toma como referencia a las obras plásticas que se insertan en una mirada contextual y otra personal. La elección no pretende configurar un panorama interpretativo del hacer del artista y obviamente en esta selección mediará la subjetividad; seguramente actuaremos por el interés que despiertan en lo artístico. En este registro se seleccionaron dos realizaciones para la reflexión.

"Hombre solo sobre silla roja": es la imagen del catálogo; en la obra, un hombre común trepado de pie en una silla -como la que se usa en hogares modestos- expone su identidad original a través de su genitalidad. En un gesto congelado sostiene en alto un peso de gran volumen: es un ladrillo que, por una parte, alude al material con el que se construye el hábitat para cobijar, por otra, encarna el peso de lo existencial. La cara parece emerger desde su interioridad, y una cinta que lo liga y enmudece, paralizando la acción terrenal. Como colofón, muchos son los que pugnan por nacer y siguen en soledad.

Abel Monasterolo. Sueños en la cunita
"Sueños en la cunita": probablemente una obra auto referencial. Como en los procesos oníricos, de una descolorida cunita, que identifica a su morador, con colchón de cotín estampado (como aquel de una infancia no tan lejana) del mismo irrumpe un plano, esquematizada figura con rostro de niño que ofrenda en alto su trofeo: una canoa diferenciada cromáticamente en la dualidad interior-exterior. Relación descontextualizada de los íconos de la niñez y una simbólica nave - ¿cargada con deseos para el inicial viaje?- que cuando traspasa la frontera entre el sueño y la vigilia, el sueño puede hacerse realidad; en la realidad del hombre: el artista. RosariARTE Contenidos. Fin de la nota.





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