Alex García, indaga en lo misterioso, para hallar lo expresivo, en la tesitura de lo
abstracto, dentro de un planteamiento espacial claro.
El espacio es la dinámica de lo misterioso, supone el camino hacia lo
ignoto, la evidencia de que existen indicios que nos conducen a
determinados momentos, que son singulares, que se identifican con la fuerza
emblemática de la tesitura de los enigmas. Los descubre, pero, a veces, los
plantea con delicadeza, dejándolos en suspenso, en el aire, en ocasiones
hibernándolos, casi posicionándolos en un estadio intermedio, buscando la
sutilidad, dentro de una gran predisposición latente hacia el contraste,
para desbrozar la senda que conduce al fin propuesto. Pero, aunque los
conozca no los descubre, sino que los deja al azar, para que cada uno haga
con ellos lo que mejor le plazca, dejándolos libres, como si fueran piezas
de un rompecabezas que está siempre en estado latente de recomposición.
Exhibe gestos, emblemas, sutilidades fuerzas centrípetas que se basan en
considerandos que varían según el momento.
Destaca la expresividad contenida en lo paradigmático y extraño. No existe
la verdad sino conjunto de verdades que no son absolutas, ni tan siquiera
hay delimitaciones icónicas que las puedan identificar. No hay nada
absoluto, todo es relativo, dado que la evolución de la materia, la
determinación de la forma es insondable. No hay descripción que las pueda
determinar, sino que lo importante es ver lo que hay, constatar lo
evidente, aunque sea extraño, para luego, dejarse llevar por el sentido
común. Pero, si analizamos su obra con mayor detenimiento, observamos como
lo plástico expresivo predomina ante lo directo emblemático.
Como no hay verdad insondable, sino conjunto de pequeñas verdades, su obra
refleja estadios intermedios de la conciencia, en su camino de comprensión
de las mismas. Hay y se producen diferentes reflejos de manera continua,
pero, a la vez, se hallan en lo sutil del momento, en el marasmo del
segundo, en lo evidente de lo sugerente, en la parcela mental en la que se
aclaran todas las concepciones. Es la evidencia de lo fundamental, en la
determinación del instante, que es el que da sentido a la propia
existencia. Porque vivimos en un mundo de energías, en una sociedad de
instantes, en la que se suceden de manera vertiginosa aquellos momentos que
se encuentran en la pléyade de caminos, en el marasmo neuronal, casi con
tanta intensidad que lo casual.
Hay un conjunto de actuaciones, unas causales, otras premeditadas, las más
consecuencia de instantes que determinan las sendas que abrirán los
auténticos caminos a nuestro propio conocimiento. De ahí que Alex García se
involucre en el conocimiento más profundo, en el instante de lo sutil, en
el momento ingrávido que nos conduce a todos a la propia polaridad de
ideas, a la versatilidad de caminos que se forma con la propia dinámica de
los aconteceres. No hay verdad que se ajuste sino una dinámica explicativa
que se identifica con las energías y sus evoluciones, al margen de
considerandos estéticos, en línea con las fuentes primigenias de las ideas,
que son las que poseen el camino despejado a la propia versatilidad de lo
intuido.