Macro con aire acondicionado. Homs | |
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Macro -al menos en Rosario- remite a supermercado, a algo que en el fondo
no escapa demasiado a las leyes del cambalache, y ahora, además, a arte.
Más no a cualquiera, sino al arte más contemporáneo que alguien tan luego
pueda llegar a imaginar. Y tal vez como uno no tiene la dimensión exacta de
hasta donde se extienda el dominio de su significación, todo agujero en el
lienzo es arte, todo montón de lámparas de bajo consumo colgando del techo
es arte, toda mancha de barro en la pared es arte, toda plasticola de
colores sobre una ventana es arte, la ausencia del autor al pie de la obra
es arte. El día de la inauguración del tan moderno que apabulla y llena de
dudas Macro mi amigo Germán, ataviado con su overol azul, se mandaba por
huecos altísimos y reaparecía por otras tuberías, en otro nivel, inquieto e
inquietante. Este pibe de azul overol trabaja en Bunker -negocio del ramo
del aire acondicionado, no piensen mal- y estaba poniendo a punto algunos
de los equipos más, desprevenidos transeúntes de escaleras hacia ningún
lado, vieron en él una puesta en escena de algo que también era arte. Y un
montón de obras -no vamos a aclarar que de arte- a medio desenvolver sobre
una mesa, tal cual la góndola de oferta de productos navideños en febrero,
rematando la idea de que si no se sabe mucho, mejor confundir -o al menos
tratar de hacerlo.
Homs