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El río suena. Y trae en su rumor la muestra retrospectiva de 
León Ferrari en el 
Centro Cultural Recoleta. Es curioso, los porteños solemos recordar que con 
nuestros impuestos se pagan las actividades de los centros culturales 
oficiales, sólo cuando éstos exhiben algo que nos disgusta. Claro, no 
siempre recordamos que hay que pagar los impuestos, ni tampoco nos ocupamos 
del contenido del arte con semejante vehemencia. Intolerancia. 
Fundamentalismo. Hemos devenido, ¿o acaso siempre fuimos intolerantes?
El fenómeno parece cíclico, dos años atrás debatíamos con igual o parecido 
fervor sobre el "
joven Kuitca", sobre su "
naked tango", sus mesas y 
colchones y si era o no era lo que él hacía una obra de arte. Claro que 
aquellos colchones estaban en el 
MALBA y ese lugar no lo "pago" yo con mis 
impuestos. De algo hay que hablar, la elite al menos. Es el mismo ruido, y 
suena el río.  
León Ferrari es un artista coherente que no tiene pegado en la piel el liquen 
de la posmodernidad. No persigue la novedad, el escándalo por el escándalo. 
Su producción es tan extensa y larga su trayectoria como consistente la 
muestra de su obra en una merecida retrospectiva en un centro de 
exposiciones público. Es coherente y llevas años diciendo su decir, con 
menos ruido, quizá. 
No. León Ferrari no es un artista que se monte en la novedad por la 
novedad. Está lejos de ser un personaje como los que describen las 
"
Instantáneas" o las "
Escenas de la vida posmoderna" de la lúcida 
Beatriz Sarlo, lo suyo no es uno más de los "tumores posmodernos". No. León Ferrari 
no nos deja perplejos frente a ciertas muestras de arte contemporáneo que 
llegan a nuestros "coliseos". Sí coliseo en vez de museo, porque suele no 
ser arte lo que es también y al mismo tiempo, un espectáculo.
No. León Ferrari no es un provocador per sé. Es un artista con una larga 
trayectoria a través de la que exploró en distintos lenguajes artísticos y 
propuestas, un mismo tema: su apostasía, su oposición a la Iglesia como 
institución. No es Ferrari -hijo de un arquitecto que construyó iglesias 
(¿Vendría al caso un análisis freudiano?)- un fenómeno posmoderno, lo suyo 
es una obra de sesgo moderno, construida con razón y con pasión. Lo 
posmoderno es el ruido que se genera en torno a una muestra que podía haber 
sido una más, de los maestros de la plástica argentina contemporánea, 
porque posmoderna es la militancia de una minoría, hay que reunirse y 
luchar, porque o parqué no importa tanto, juntos es mejor y expresándose 
también. Hoy en el Centro Cultural Recoleta, ayer frente a la Catedral. 
¿Acaso el otro no es mi hermano? ¿Acaso protagonizamos una nueva 
inquisición? 
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| León Ferrari. Una de las obras que integran su polémica retrospectiva en el Centro Cultural Recoleta de Buenos Aires | 
En el año 1999/2000 en el Phoenix Art Museum de Arizona, en el 
Jack S. Blanton Museum of Art de Austin, Texas de Estados Unidos y en la Biblioteca 
Centro Cultural Luis Angel Arango de Bogotá, Colombia, se organizó una 
muestra de arte argentino, la primer muestra de un conjunto de arte 
nacional contemporáneo eligiendo para esa oportunidad los artistas que 
pudieran ser nuestros mejores emisarios. Esa exposición  se llamó 
"Cantos paralelos" y León Ferrari fue uno de los seleccionados, junto con 
Pablo Suárez, Juan Carlos Distéfano, Luis Benedit, Víctor Grippo, 
Alberto Heredia, Jorge de la Vega, Rubén Santantorín y el rosarino 
Antonio Berni. 
Esa estudiada selección de artistas nacionales, que incluían al hoy 
cuestionado Ferrari , fue embajadora argentina. Esos "cantos" nos 
representaron como summa de la estética argentina contemporánea y la 
muestra contó con los aportes locales del Fondo Nacional de las Artes 
(organismo tan público como el Centro Cultural Recoleta -CCR-) la 
Andy Warhol Foundation for the Visual Arts, Telefónica de Argentina, el 
Ministerio de Relaciones Exteriores, Comercio Internacional y Culto de Argentina 
(también oficial como el CCR), la Rockefeller Foundation y la colaboración de 
Eduardo Grüneisen ¿Por qué cito esta muestra? Porque León Ferrari fue incluido en 
ella, como digno emisario de nuestra estética contemporánea en esta 
selección que también tuvo apoyo del gobierno nacional. Claro en aquel 
momento nadie pensó en sus impuestos  ni fue un escándalo cómo estaban 
entonces financiando la "exportación" de las "blasfemas" obras de Ferrari 
al exterior.  
Andrea Giunta, escribió sobre aquella exposición un catálogo 
bilingüe que es pieza de colección, obra de antología. Ella es hoy la 
curadora de la muestra que hizo sonar el río. Ferrari fue con los otros 
artistas nuestra embajada cultural, y bien nos representó en los foros 
extranjeros que ni pío dijeron de sus Cristos crucificados en un caza 
bombardeo. 
No. Ferrari no improvisa un gesto para la prensa, no está tras la novedad 
para trepar al titular. Su obra y sus dichos - recordemos los 
enfervorizados comentarios que publicó o le publicó Clarín en su 
suplemento cultural Ñ - tienen una sólida raíz, la de enhebrar un discurso coherente, 
aunque pueda oponérsele otro diferente, sobre el uso que la iglesia 
católica ha hecho de la imagen para catequizar y difundir el culto.  
¿Cómo se consolidó la Iglesia en la Europa medieval y bárbara? Seguramente 
además de la espada, la imagen fue un auxilio insubstituible. Mártires y 
martirios, santos, lección de vida, moral, pecado, castigo o redención 
debieron vestirse de los fastos de la imagen para que fueran comprendidos y 
temidos por un fiel, que nunca o casi nunca podía leer o escribir. Lección 
se semiótica, la imagen como signo, significante y significado: el 
"espíritu santo" sería una paloma; el infierno un lugar, éste con llamas y 
con monstruos infringiendo martirios corporales; el deseo de conocimiento 
sería una manzana, y la instigadora del crimen una mujer; la pérdida de la 
paz espiritual y el estado de gracia, sería la imagen de un paradisíaco 
jardín; el paraíso prometido a los salvados, una bóveda celeste con 
estrellas (el imaginario actual pondría en su lugar un "resort" estrellado 
en vez de un firmamento). El Bosco no es un artista adelantado a su tiempo 
y precursor del surrealismo, es un artista anclado en la iconografía 
medieval (riquísima, bellísima en su libre juego del espacio y de la forma) 
a la que alude el cuestionado León Ferrari, que rehace a su manera una 
nueva historiografía anti icono cristiano. Arte religioso medieval, tan 
bello como libre y digno de la maquinaria de un George Lukas. Libertad 
medieval, rica antesala de la libertad estética moderna. ¡Y qué pequeño 
queda el surrealismo frente a la monumental maquinaria imaginativa medieval 
que pergeñó premios y castigos a través de la herramienta de la imagen! 
(Ferrari sólo la ironiza, no la hace).
Civilización de la imagen, como hoy.
Claro que siempre alguien instrumenta ¿Quién es el amo de la imagen, ahora? 
¿Internet, Bill Gates, los grandes emporios comerciales, los grandes emporios 
culturales? Entonces fue la  iglesia el poder de turno que usó la fuerza y 
elocuencia de la imagen como instrumento eficaz y convincente, para 
administrar el temor de Dios ¿Temor de Dios?)  En dosis homeopáticas o no, 
hubo convincentes hogueras, también. Y se catequizó. Aquí (en América) y 
allá (a los pueblos bárbaros de la Europa medieval). Hubo un Cisma de 
Oriente y se cuestionó el poder las imágenes. Se dividió la Iglesia por 
primera vez, luego serían dos. Te temió a la idolatría, a la colonización 
de las mentes del cristiano, por el arte, por la imagen, y de eso habla 
también con su obra León Ferrari.   
Contrarreforma. Apelamos a la imagen para volver las ovejas al redil. Y el 
imaginero talla con realismo de "
grand gignol" y los santos lucen prendas, 
ojos de vidrio y llevan puesta una peluca. Convence más que el mármol. Pero 
también nos conmueve la belleza de muchas tallas de berninis y pinturas de 
murillos... pero... una cosa es la estampa, la idolatría y otra es el arte o es 
la fe. 
Y León Ferrari provoca, porque dos mil quinientos años después no llegamos 
a la Idea y quedamos, como la mosca en la telaraña, presos el Fenómeno, en 
la imagen que no remite sino que es. 
Y León Ferrari nos invita a la reflexión y cuestiona, como cualquier 
artista de fuste con una obra consagrada a una idea y a un proyecto - 
ajenos al éxito y al exitismo - años de civilización y años de civilización 
de la imagen, entonces como ahora, usadas a beneficio de uno u otro poder. 
Arte sacro, medieval, renacentista o barroco,  gran legado artístico de la 
humanidad, como fueron pirámides, Apolos y Afroditas hechos quizá con los 
mismos objetivos de confesión de fe. Claro que ni Quetzacoatl, ni Venus, ni 
Tlaloc molestan o socavan conciencia alguna,  como lo hizo la retrospectiva 
de León Ferrari en el Centro Cultural Recoleta,  molestia que se esgrime - 
sí esgrime, de esgrima con florete o sable - con agresión, como verdad 
universal.  
