"Architect II", "Saint", "T.T. I.", "Ixion", creaciones del 2002, presentan
una galería de personajes que miran sin vernos en un contexto en el que la
presencia-ausencia de un entorno concreto que les arrope define su actitud.
Continua la misma tónica en sus obras del 2003, una de ellas basada en su
propia persona: 'Self Portrait'.
Trata a sus personajes desde el punto de vista de la calidez, evitando caer
en una consideración estética vacía en el sentido más frío el término,
acompañando el perfil de sus hombres con pinceladas cromáticas de otros
tonos y colores pero armonizados, rodeándolos como si fuera una parte de su
propia aura, reflejo que se prolonga más allá de la materia. Personajes que
son expresivos, exhibidos dentro de un marco de tendencias minimalistas,
ideal para resaltar la desnudez del alma y la idea de la soledad.
Trabaja el óleo con pincelada medida, meticulosa, procurando dar
consistencia a la composición de forma delicada, sutil, sugerente,
confiriendo las dosis exactas de color y sus distintas variaciones de tono
de tal forma que todo quede hilvanado en una misma composición.
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Stephen Conroy, exponente de una figuración muy personal |
Es un representante de la 'figuración conceptual', en la que la complejidad
de lo geométrico, la presencia de espacios, la utilización comedida del
color confiere a su obra una personalidad comprometida a nivel
contemporáneo. Los personajes están en cada uno de sus distintos mundos,
desarrollando actitudes que recuerdan su profesión o, en todo caso, son
exponentes claros de su propio carácter. Los aborda sin que se encuentren
en actitudes de pose, por lo que parecen extraídos de la propia realidad,
de un instante determinado de la misma. Del 20 de noviembre de 2003 al 10
de enero de 2004 en Marlborough Madrid Stephen Conroy presenta una
figuración muy característica, en el sentido de exhibir la fuerza de la
expresividad de los rostros de sus seres, que parecen buscar, hallar, ver o
desesperarse, sorprenderse o bien bucear en su complejidad. No espera nada
de la vida. No desea nada más que avanzar dentro de la pintura. Una
creación que une su disposición por una obra construida, en la que la
facilidad de la cromaticidad está al servicio de la idea, aunque hay un
trabajo previo del concepto y un largo proceso pictórico de desarrollo. El
resultado es una creación que surge de forma constante, que fluye sin
incidentes, que se auto define a partir de ella misma. No hay nada al azar,
porque todo está controlado. Armonía de los trazos, dentro de una
expresividad contenida, imbuida de un halo de misterio. Personajes que son
él mismo, que son otros que representan sensaciones, caracteres, aspectos
de la personalidad del ser humano. Es una obra que nos habla de la
normalidad, pero también de lo elaborado de la vida, de la complejidad que
encierra en sí misma una postura, un rostro marcado por líneas, arrugas,
guiños que expresan una capacidad artística por sí misma y que
Stephen Conroy desde su atalaya de la pintura nos descubre.