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Noemí Allen ha hecho de la actividad plástica, una forma de vida. Como persona "libre" ha elegido un aspecto del lenguaje plástico para poder expresarse. Nos presenta pinturas.
Elige una temática anecdótica que describe imágenes asociadas a nuestro paisaje; el campo, sus árboles, pero también su espacio, su soledad. Imágenes resueltas con paleta de baja saturación. Formas dinámicas encaballadas en general sobre los virtuales ejes oblicuos del soporte.
Pinceladas de libre ejecución rubrican y reinciden en un comentario de formas que llegan a veces a perder sus límites: formas libres; manchas que describen aspectos esenciales de la naturaleza, vocablos, casi abstractos. Formas suspendidas en un espacio pictórico, de poca profundidad y atmósfera gris. La espacialidad se apoya a veces en gradientes propios de la visión ocular: perspectiva atmosférica, o reducción de tamaños, o superposiciones, pero en general la elaboración plástica, la factura del color y las diversas texturas del material empleado, crean por sí, su propio espacio pictórico.
Pintura figurativa que, más allá del comentario temático, teje a través del lenguaje propio de la pintura una expresión de clara convicción estética. Una factura directa y despojada de amaneramientos estéticos, confirma que cada obra es para Noemí Allen el principio de una aventura propia que se traslada como tal al espectador, que puede recrear todo el encanto de un quehacer artístico pleno de autenticidad.
De esta pintora debemos considerar su seria voluntad de trabajo, la consecuente tarea de producir y mostrar y la capacidad de protagonizar diversos empredimientos con otros colegas de nuestra ciudad y del exterior para hacer conocer sus obras. Por esto subrayaré un concepto expresado al comienzo. Noemí Allen tiene un proyecto de trabajo que forma parte intrínsecamente de su proyecto de vida.
Emilio Ghilioni Pintor - Arquitecto Profesor Escuela de Bellas Artes Facultad Humanidades y Artes. U.N.R.
Rosario, Abril de 1999
El campo la absorbió como siempre lo hacía, a pesar del olor a ciudad que traía con ella. Y le calmó el miedo. Ese ambiente con olores de la infancia y recuerdo de juegos le daba un respiro. Comenzó a caminar. Quería fundirse y ser parte de esos colores que la mirada perdía sin poder registrar. Las violetas del invier-no habían quedado atrás. Las puntas verdes de los brotes nuevos se abrían paso modificando la paleta invernal.
Fuera de aquí se siente ajena en todas partes, injertoincorrec-to, en el lugar inadecuado en el momento menos conveniente. Sin embargo este campo en el que nació y pasó su infancia la aplasta con su silencio cargado de voces. El olor de la tierra la llama y ala vez la profundidad del llamado la agobia.
Resbala en la cañada. Los pies húmedos de barro se sienten frescos. Hunde uno a uno los dedos del pie descalzo. Una nu-be gris escatima el sol del verano. Remedo de elefante gris, despedazada por la brisa. Ahora se alarga simula ser una gui-tarra. Otra nube se acerca, parece un tren al que se le escapa-ron los vagones. Cubre de sombra la sombra de la mujer con pies de barro.
El arroyo se escapa a pocos metros, ajeno. Las nubes se unen y el paisaje se hace gris. El tiempo pasa independiente de las ho-ras, los relojes no tienen mucho que hacer en el campo. La bri-sa se ha convertido en viento y comienza a azotarla estepa prís-tina que se acuesta buscando el arroyo. Los árboles se agitan al lado del camino haciendo sonar el follaje como un murmullo.
Ha pasado por la vida buscando "el lugar" para ella. El espacio donde grabar su nombre. La mitad de la vida se le fue corrien-do detras de, no sabe que. Ahora sabe cual es el lugar. Se estira cuan larga es entre dos surcos. La voz del follaje la ador-mece. El barro de sus pies se seca con el viento de tormenta. Puede que no sea demasiado tarde.
Viviana O'Connell Escritora Texto del catálogo de la muestra "Paisajes de nuestro campo II" 26 de mayo - 13 de junio - 2000
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